Bienvenidos a Toronto, leía en un gran cartel y escrito en varios idiomas para recibir a los viajeros que arribaban al Aeropuerto de esa Ciudad. Beto había llegado, por fin, a su nueva morada. Más de diez horas de avión habían puesto la distancia necesaria para escapar de una persecución que en un principio y con su liberación de la prisión de Sierra Chica con la llegada de la Democracia pensó concluida.
Solo unos días pasaron desde su reencuentro con sus Padres y su hermana. De los chicos del barrio o de sus compañeros de escuela, solo un par quedaban aun viviendo con sus viejos. Un par desaparecieron y nunca se supo más de Ellos…se dijo para sí “tuve suerte, al final”.
Pero no era todo tan así, la persecución se encontraba oculta en las sombras, pero todavía presente. Un llamado anónimo a su casa, una voz distorsionada le decía: “Borrate flaco, en la jaula tenías oportunidad de vivir, no te queremos en la calle…¿entendés? Entendió rápidamente el mensaje. Y se puso en contacto con la Embajada de Canadá. Un compañero de celda, le dejó abierta la posibilidad de emigrar a ese país, que estaba recibiendo a muchos que había vivido el flagelo de las Dictaduras latinoamericanas. En pocos días recibió la visa y marcho hacia Ezéiza…otra vez dejar a los seres queridos.
Abrió la puerta del departamento y apoyo sobre una silla la pequeña valija, todo su equipaje cabía bien doblado, en un retrato, el del apuro por salir esa realidad. Unas pocas prendas, un diccionario de inglés y una foto familiar vieja enmarcada.
Se acercó a la ventana que daba paso al balcón, desde ahí observaba la inmensidad del lago Ontario, que sería su compañía durante mucho tiempo cada vez que regresara de su trabajo. Recorrió en un breve instante su nuevo lugar. Una pequeña cocina comedor con una barra alta a manera de isla era la separación virtual de esos dos ambientes. Un baño con bañera y la habitación con una cama de dos plazas. Es chiquito se dijo, como para quejarse de algo. ya que tenía instalada una cocina nueva, calefacción y una cama de dos plazas. Y de pronto recordó su encierro, esa celda fría y húmeda que se llevaron sus jóvenes años. Sin poder dormir escuchando los lamentos que llegaban desde los otros bloques y tal vez, los que en su propia mente bregaban por salir.
Se deshizo de ese mal recuerdo y pensó que esta era una nueva oportunidad, una nueva vida, en una sociedad más justa, donde decir lo que pensaba o solo esbozar una idea sobre cómo debían ser las cosas, no fuese motivo de burla o ser tildado despectivamente.
Decidió preparase un café. Se sentó a la mesa, sorbió un poco para darse cuenta que la bebida estaba muy caliente, entonces dejo la taza reposar un rato, con la vista atravesando la ventana mirando el lago, de repente dio cuenta de la vieja fotografía que había traído y aún no le daba un lugar en la casa. La acercó hacía el y se detuvo en cada uno de los detalles. Sus padres, dos gringos que se habían conocido en el barco que los trajo de Italia a Argentina siendo muy pequeños, el viejo…un obrero incansable, que sumaba horas y horas en la fábrica para darles un estudio. La vieja…una ama de casa de esas que todo podían y todo lo hacían. Su hermana, con el vestido cocido por ella misma en sus clases de Corte y Confección, una sonrisa grandota y un lazo color rosa que resaltaba sobre esos rulos negros. Y él, con jóvenes dieciocho años, una remera batik, que el mismo había desteñido, collares varios y el pelo largo ensortijado y la barba negra…eran tiempos de Hippies. Todos sonreían.
¿Repasaba nuevamente y se decía: “¿cómo pasaron ocho años de esto?”, “¿Cuándo pasaron?, donde quedaron las modas divertidas, los collares y las remeras de colores, su barba comenzaba a surgir nuevamente. Su querido pelo largo, lo habían rapado cuando lo chuparon los milicos y mensualmente siguió el ritual para evitar piojos u otras alimañas en el encierro. Y ahora decididamente el pelo se olvidó de crecer, tenía unas entradas enormes y hueco enorme en la mollera. Solo era un joven de barrio que representaba a sus compañeros de la Escuela en los pedidos a la dirección por mejoras en los planes de educación y había marchado por el boleto estudiantil. No era militante de ningún grupo extremista, nunca porto un arma y tampoco le interesaba la violencia. Pero no pudo con la violencia Institucional.
Acercó nuevamente la foto y se abrazó a ella pensando que era el retrato de un pasado, que no tendrá futuro.
El intendente Sebastián Abella encabezó el emotivo acto y el izamiento de la bandera de 12 metros que hoy puede observarse desde el acceso a la ciudad. Tras la tormenta de febrero, la base del mástil fue restaurada respetando su antigua construcción y se le restituyeron las mismas placas que ya poseía.
En el 225º aniversario del fallecimiento del General Manuel Belgrano, Campana celebró un Día de la Bandera muy especial: la insignia patria brilló más que nunca en la reinauguración del mástil de la plaza Eduardo Costa.
El acto fue encabezado por el intendente Sebastián Abella y contó también con la participación de la Presidenta del Honorable Concejo Deliberante, Karina Sala; el Jefe de Gabinete, Abel Sánchez Negrette; funcionarios municipales y autoridades educativas y de fuerzas de seguridad, además de Veteranos de Guerra, abanderados y escoltas de establecimientos educativos y una gran cantidad de vecinos.
La tormenta del pasado 11 de febrero destruyó el mástil de la plaza Eduardo Costa, generando daños que obligaron a su reconstrucción completa. Pero rápidamente, el Municipio, con la colaboración de la empresa Tenaris, puso en marcha los trabajos para restaurar este emblemático monumento de la ciudad que había sido inaugurado el 16 de abril de 1942.
La Secretaria de Espacio Público estuvo a cargo de la obra de la base, que fue restaurada de manera original, respetando su antigua construcción y en la que se restituyeron las placas para conservar la infraestructura. Y posteriormente se montó el mástil que hoy se luce en el corazón de la plaza.
La reinauguración se concretó este viernes con el izamiento de una bandera de 12 metros que puede observarse desde el acceso a la ciudad y que fue encabezado por el jefe comunal y por la secretaria de Inclusión, Educación y Cultura, Elisa Abella.
El emotivo momento fue acompañado por los abanderados del Jardín Nº 901 y de la Escuela Primaria Nº 2, establecimientos que llevan el nombre del creador de la Bandera; y también acompañó la Banda Municipal con la Aurora en la voz de Jorge Gandini.
El acto se completó con palabras del profesor Pablo Modarelli, quien recordó la figura y el legado de Manuel Belgrano; y se cerró con una muy bella coreografía del Ballet Eluney al ritmo del tema Estampas, de La Forestal.
El acto se llevó a cabo esta mañana en la Escuela de Prefectura de Zárate y contó con la presencia de autoridades.
Este jueves, cadetes y aspirantes de la Prefectura Naval Argentina juraron fidelidad a la bandera argentina, en una ceremonia donde asumieron el compromiso de respetar, defender y amar la bandera nacional. El acto fue presidido por el Subprefecto Nacional Naval, Prefecto General Alejandro Annichini, acompañado por secretarios y subsecretarios del Ministerio de Seguridad, representantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, directores, veteranos de guerra de la Prefectura Naval, y autoridades municipales en representación del intendente Marcelo Matzkin. Reunidos en la Plaza Mayor de la Escuela de Oficiales de la Prefectura Naval Argentina “Gral. Matías de Irigoyen”, se realizó también un desfile institucional y se entregaron sables cortos, uniformes e insignias a Cadetes de primer año, Aspirantes a Cabo Segundo de primer año y Marineros del Cuerpo Complementario Seguridad. Asimismo, participaron de la jornada, alumnos de escuelas públicas y privadas del partido de Zárate, a los que se sumaron estudiantes de colegios de Campana y Exaltación de la Cruz.
Un camión de la empresa “Valle Distribuciones” volcó su carga en la bajada de Ruta 6, en el retome hacia Ruta 9, venía de la localidad de El Dorado (Misiones).
Las pésimas condiciones de la bajada de la ruta fueron determinantes para que se produjera el siniestro.