Sociedad

Un obispo ausente, sospechas y una iglesia cada vez más lejos de sus fieles

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Desde que el Papa Francisco nombró en 2015 a Monseñor Pedro María Laxague al frente de la Diócesis Zárate-Campana son contadas las veces que tanto feligreses, como sacerdotes y la comunidad en general han podido ver en persona al jefe de la iglesia de nuestra región.

Su gestión se caracteriza por un constante celo y miedo a operaciones internas de los ex “cercanos” al anterior Obispo, Monseñor Sarlinga, quién dejó su cargo envuelto en medio de denuncias de corrupción, malversación de fondos y encubrimiento de casos de abusos de curas.

A Laxague, el Papa Francisco le pidió un perfil bajo -todo lo contrario a sus antecesores-, pero ese pedido se transformó en una absoluta ausencia. El vínculo con las radios y colegios del Obispado, por ejemplo, quedó en manos de administradores civiles, y los pocos curas que pueden ver a Laxague cuentan que es una persona “temerosa y muy débil de salud”. El vínculo con las distintas comunidades lo maneja el obispo auxiliar, Monseñor Justo Rodríguez Gallego -nombrado en 2020-, quien es mucho “cercano” con los distintos párrocos, sobre todo las comunidades de Escobar y Pilar, donde a Laxague casi no lo conocen.

Con 72 años recién cumplidos, son muchos los que pugnan por un cambio urgente en la Diócesis para volver a recuperar el protagonismo perdido.

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