No alcanzan las palabras para describir tu obra. Fue generosa, innovadora, inclusiva…
¡Y tan necesaria!
Tu sensibilidad te permitió una mirada mucho más amplia y empática. Y tu voluntad, superar esos límites que parecen infranqueables; haciendo de la cultura de la integración un modo de vida, que a lo largo de los años alcanzó a cientos de familias y marcó un camino a seguir.
Cuando todos miraban discapacidades, vos observaste personas. Los observaste con el corazón y entendiste que necesitaban un espacio genuino de sociabilización y recreación.
Entonces creaste el Grupo Esperanza, un lugar para que esos jóvenes y adultos con discapacidad tuvieran un espacio propio donde desarrollarse y realizar diferentes actividades. Y así, tener una mejor calidad de vida.
No te conformaste. La Casa Esperanza fue el sueño dentro del sueño. Y lo concretaste junto al grupo de voluntarias que entendió tu obra, tu esfuerzo y tu compromiso, sobre todo porque vos siempre estuviste al frente, como ejemplo, marcando el camino.
Siempre consideré que tu trabajo por los jóvenes con discapacidad era enorme. Pero ahora, desde mi rol de intendente, toma otra dimensión porque entendí también todas las puertas que tuviste que golpear, y lo que tuviste que luchar y gestionar para poder concretarlo.
El camino hacia las grandes obras incluye muchas frustraciones. Pero lo importante es no resignarse. Y vos lo demostraste, mejorando la vida de cada una de las personas que pasaron por tu “Casa Esperanza”.
No tengo dudas: todas las comunidades necesitan personas como vos. Y Campana no es la excepción. Pero tenemos una ventaja, porque nos dejaste un legado repleto de enseñanzas e ideales, que es un ejemplo a seguir.
Hasta siempre, Marita
Sebastián Abella