Sociedad

Pilar: Fiestas patronales de la Parroquia San Francisco

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X Aniversario, Año Jubilar de la Familia – Homilía: Nuncio Apostólico Monseñor Miroslaw Adamczyk

Su Excelencia Reverendísima Monseñor Pedro María Laxague, Obispo de Zárate-Campana, S.E. Mons. Justo Rodríguez Gallego, Obispo Auxiliar,

Reverendo Padre, Gabriel Micheli, Párroco de Nuestra Señora de la Paz y San Francisco,

Hermanos y Hermanas en Cristo, también todos aquellos que siguen esta misa a través de los medios de comunicación y redes sociales.

Saludo a todos ustedes muy cordialmente, en el nombre de Su Santidad Papa Francisco, que tengo el honor de representar en su país natal, y los saludo también a mi nombre personal. Agradezco a Monseñor Obispo por su presencia hoy día. Menciono, con placer, que tuve el privilegio de estudiar Derecho Canónico en los mismos años y en la misma Universidad de San Tommaso (Angelicum) en Roma con el Señor Obispo. Nos une la alta estima de nuestros profesores, padres dominicos, que nos han trasmitido el saber, el entendimiento y el amor al derecho canónico.

Gracias al P. Gabriel por su amable invitación para celebrar juntos con esta comunidad muchos eventos muy importantes. El primer evento es la fiesta Patronal de San Francisco; recordamos hoy día también el décimo aniversario de la fundación de esta parroquia. Y, finalmente, celebramos el año de la Familia.

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Hoy escuchamos palabras emotivas y entrañables que Jesús pronunció en un momento de gran exultación espiritual: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25). Podríamos decir que son su “magníficat” de acción de gracias. La Iglesia se complace escuchándolas cada año en la fiesta de san Francisco, el pobrecillo de Asís, hombre sencillo de corazón y locamente enamorado de Cristo y de su Evangelio.

Estas palabras nos hacen inmediatamente preguntarnos qué ha revelado Dios a los pequeños y no lo conocen ni sabios ni prudentes de este mundo. La respuesta se encuentra en nuestra primera lectura de la Carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia. San Pablo dice: “Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo estoy para el mundo”.

En tiempos de Jesús, la cruz, era uno de las más crueles y horribles medios de tortura y muerte. La muerte en cruz estaba reservada a los bandidos peligrosos o a los esclavos que se rebelaban. Se trataba pues de una muerte terrible y vergonzosa, poco digna y destinada a la peor gente de la sociedad. Lo que ha sido la cruz para la gente contemporánea de Jesús lo dice bien San Pablo en la primera carta a los Corintios: “Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos(1Cor 1, 22-23).

Vemos pues que para los judíos fue un escándalo y para los demás una locura sin sentido. Y nosotros, hoy en día recordamos un santo que amaba la cruz de Jesús, hasta tal punto que Jesús le ha dado el don de los estigmas.

¿Por qué San Francisco amaba la cruz de Jesús? ¿Por qué nosotros amamos la cruz de Jesús?

Un cristiano no debería tener dificultades de responder a la pregunta cuál es el más grande mandamiento; de hecho sabemos perfectamente que se trata del mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Cuando Jesús habla de su mandamiento dice: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” y, después, sigue “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15, 12-13). San Pablo escribe: “Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor” (Rom 5, 7). Y Jesús mismo, que no tenía pecado alguno, murió por nosotros, por nuestros pecados, por todos los pecados del mundo, también por la gente que obra el mal, y un mal grande. ¿Por qué? Porque, Él nos ama…La cruz es un símbolo de amor, del amor más grande, que no tiene miedo de dar todo, incluso la vida, por aquellos que ama.

Si uno quisiera describir la persona de San Francisco, pienso que sería un hombre de Dios que amaba Dios, amaba los hombres, amaba los animales y todo el creado.

Qué sabias y hermosas las palabras del Papa Juan Pablo II cuando decía: “Amar es, por tanto, esencialmente entregarse a los demás. Lejos de ser una inclinación instintiva, el amor es una decisión consciente de la voluntad de ir hacia los otros. Para poder amar de verdad, conviene desprenderse de todas las cosas y, sobre todo, de uno mismo; dar gratuitamente, amar hasta el fin.” Final de la cita(Juan Pablo II, 1980).

Así, el amor es fuente de equilibrio. Es el secreto de la felicidad. ¿Qué pasa si una persona no aprende a amar? La vida, tu vida o mi vida dejan de tener sentido; urge cultivar el amor, urge vivir amando, no se puede vivir sin trasmitir el amor, de lo contrario, descubrirán que en realidad no amamos. Quiénes somos nosotros sin amor:

La inteligencia sin amor… te hace soberbio

La justicia sin amor… te hace duro

El éxito sin amor… te hace arrogante

La riqueza sin amor… te hace avaro

La docilidad sin amor… te hace servil

La pobreza sin amor… te hace orgulloso

La verdad sin amor… te hace insultante

La autoridad sin amor… te hace tirano

El trabajo sin amor… te hace esclavo

La oración sin amor… te hace introvertido

La ley sin amor… te esclaviza

La fe sin amor… te fanatiza

La cruz sin amor… se convierte en injusta tortura

La vida sin amor… NO TIENE SENTIDO.

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Sí, queridos amigos, celebramos hoy día a San Francisco, Patrón del Amor.

¿Dónde se realiza el amor humano en la manera más natural y fácil? ¡En la familia!

Queridos amigos, queremos hoy celebrar las familias. Las personas más queridas en nuestras vidas son papá y mamá. No importa cuántos años tengamos, pero recordando a nuestros padres, sentimos siempre muchas bellas emociones en nuestro corazón.

Ser madre o padre, es un gran honor pero también es una gran responsabilidad. Ustedes, en su mayoría padres y madres, seguramente podrían hablar de los sufrimientos y sacrificios que han hecho por sus hijos e hijas. El enorme esfuerzo de criar a los niños, temblando ante las enfermedades y después trabajando duro para ofrecerles una educación. Finalmente los niños se hacen adultos, pero la preocupación de los padres no termina allí.

En Polonia, mi país, se dice: “niños pequeños, pequeños problemas, niños grandes, grandes problemas”. En efecto, los padres se preocupan de cómo va el matrimonio de sus hijos o hijas, piensan con angustia si el hijo tiene trabajo, si le falta dinero, se angustian cuando el hijo o la hija beben o lamentablemente consumen drogas.

Cuando los padres se convierten en abuelos, aman con inmenso amor a sus nietos, y al mismo tiempo, comienzan a preocuparse por ellos.

Queridos amigos, ser madre y padre no es fácil, sino una de las más altas y dignas misiones que Dios ha confiado a los seres humanos. Todos nosotros debemos tanto a nuestros padres. No hay modo de pagar suficientemente la deuda hacia nuestros padres, les debemos tanto, tanto. Hay un único modo de mostrar agradecimiento a nuestros padres: ser nosotros mismos, buena madre, buen padre y, para quien, como yo o nuestras hermanas religiosas, ha escogido el camino de la vocación o del celibato, ser buena religiosa buen sacerdote, buen hombre o buena mujer.

Estamos obligados a decir que la familia de hoy atraviesa grandes dificultades. La lista de problemas de nuestras familias es bien larga. Lo primero, es que los jóvenes de hoy no aprecian el sacramento del matrimonio. Algunos ven en ello, sólo una ceremonia o un documento del cual ellos no tienen necesidad. Hay tantas madres con hijos y los padres no están.

No se aprecia suficientemente a la familia. No se dan cuenta que los amigos van y vienen. Sólo la familia es un apoyo que dura toda la vida. Cuando hay dificultades y problemas, ¿dónde volver sino a donde los padres? ¿Quiénes nos comprenden y nos ayudan si ningún interés, sino son nuestros hermanos y hermanas?

La celebración de hoy nos sirve para poner en relieve todos los valores de la familia. No hay mejor puesto para nacer, para crecer que la familia. Lo saben mejor sobre todo aquellos que no han tenido la fortuna de tener una buena familia. Han sentido o sienten esa gran ausencia de un hogar, en donde falta una madre y un padre.

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La celebración de hoy día es la fiesta patronal de esta comunidad que celebra su décimo aniversario; es su fiesta, permítanme pues de presentar a todos Ustedes, en primer lugar al Señor Obispo, Pastor de esta Iglesia local de Zárate-Campana, al Párroco de ustedes, que celebra también él su aniversario, 20 años de sacerdocio, y a todos los fieles de esta parroquia, los mejores deseos, que por la intercesión de San Francisco, Dios les conceda muchas gracias terrestres y celestiales, de paz, salud y prosperidad; que Dios les bendiga.

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